D. Pedro Gomez de Aguilar tenia una magnifica finca cerca de la ciudad de Cabra. Un dia del mes de noviembre le avisaron que sus colonos habian abandonado la finca a causa de una invasion de los moros. D. Pedro no podia creer las noticias y sin decir nada a sus hijos, monto a caballo y se fue 5 a la finca para informa.r.s.e del suceso.
Llovia a cantaros y no vio a nadie en el camino. Al llegar a su finca no vio a nadie tampoco y creia que ya se habian ido los moros.
Algunos momentos despues se vio rodeado de cuarenta de 10 ellos a las ordenes del famoso alcaide de Loja, Aliatar. La resistencia y la fuga eran imposibles. Gomez de Aguilar tenia que rendirse.
--Donde estan sus hijos?--pregunto Aliatar a D. Pedro.
--He venido solo, porque no podia creer que se atreviese 15 Vd. a llegar hasta aqui.
Sonrio el viejo alcaide, ensenando unos dientes todavia blancos y replico:
--Me habian ponderado mucho su finca y tenia deseos de conocerla. Pero como sus colonos habran dado la alarma, 20 vamos ahora hacia Carcabuey y es preciso que nos acompane Vd.
--Aliatar, fije Vd. el precio de mi rescate, y, si no es demasiado, le doy palabra de que lo recibira en Loja antes de dos dias. 25
--No dudo de su palabra, mas prefiero su persona a su dinero.
--Quiere Vd. canjearme por uno de los suyos...?
--No tienen Vds. un prisionero nuestro que valga tanto como Vd. Asi, pues, debe Vd. resigna.r.s.e y seguirnos. 30
Se pusieron en camino, pero no se atrevian a seguir el camino frecuentado. Tenian que marchar uno a uno por sendas extraviadas. D. Pedro iba en el centro, junto a Aliatar, y los dos caballeros hablaban amigablemente.
Llego una ocasion en que se encontraron solos, pues los de 35 adelante habian caminado mas aprisa que los de atras.
Tenian a sus pies un barranco. Al instante comprendio Gomez de Aguilar que se le presentaba una ocasion favorable para salva.r.s.e. Tiro al caudillo arabe al barranco, le sujeto y amordazo. Le quito sus armas y le obligo a esconderse 40 con el.
Empuno D. Pedro su punal y dijo a Aliatar en voz muy queda:
--Si se mueve Vd., le mato. Los suyos vendran en seguida a buscarnos. 45
--Mi palabra le doy, Gomez de Aguilar. No necesita Vd.
mordaza para mi.
Se la quito su enemigo. Fiaba en la palabra de Aliatar como en la suya, porque la fama del alcaide de Loja era la de un perfecto caballero. 50
En efecto, p.r.o.nto empezaron los arabes a buscar a su jefe y al prisionero. Algunos se dirigian al escondite. Los momentos eran supremos.
Nunca habia estado Gomez de Aguilar en peligro tan inminente 55 de su vida. Aquellos hombres no le habrian dado cuartel.
Volvio sus ojos a Aliatar. este no se movia y sus ojos parecian decir:
--Yo no me movere; y no los llamare. 60
Pero a veces brillaba en su mirada una viva esperanza que Gomez de Aguilar interpretaba en estas palabras:
--Pero es muy probable que nos encuentren sin llamarlos y sin moverme.
Al fin estaban dos de los moros a cuatro pasos del escondite. 65
Otra vez empuno D. Pedro su punal y miro a Aliatar.
El caudillo seguia inmovil y sus ojos le dijeron:
--No dude Vd. de mi; no me movere; no los llamare.
En este momento oyeron el galope de un escuadron y los dos moros huyeron del sitio. 70
El escuadron era mandado por el Conde de Cabra. Sorprendio y derroto a los moros. Entonces salio D. Pedro Gomez con el caudillo.
Refirio al conde lo que habia ocurrido y este le dijo:
--En rigor, Aliatar es tambien mi prisionero, Don Pedro. 75 Es honor que he buscado muchas veces en los campos de batalla.
En confirmacion de estas palabras el prisionero movio tristemente la cabeza y dijo al conde:
--En Alora me hirio su lanza y estuve a punto de caer en 80 sus manos, pero me salvo este caballo. Mirenlo Vds., es atigrado, pero mas fuerte y mas valiente que un tigre.
Y el viejo Aliatar acaricio al hermoso bruto y exclamo tristemente:
--Pero ahora, mi Leal, no puedes salvarme! 85
Esta escena conmovio igualmente a los dos caballeros, e inflamados por el mismo sentimiento.
--Aliatar, es Vd. libre!--exclamo D. Pedro Gomez de Aguilar.
--Si, libre!--anadio el Conde de Cabra. 90
Como seguian los caminos intransitables el moro tenia que aceptar la hospitalidad que le ofrecieron para aquella noche.
Al llegar a un cuarto de legua de la ciudad, tenian que pasar un rio. Las aguas habian crecido tanto que no aparecia paso vadeable. 95
Todos se detuvieron contrariados. Entonces les dijo Aliatar:
--Mi Leal les abrira camino, si me permiten Vds. ir delante.
Entonces vieron al viejo caudillo entrar en la impetuosisima corriente como si cruzase una carretera. 100
Todos le siguieron felizmente por aquel _vado_ que lleva todavia el nombre _del moro_.
Aquella noche obsequiaron a porfia a su libre prisionero Gomez de Aguilar y el Conde de Cabra.
A la manana siguiente salieron a acompanarle fuera de la 105 poblacion.
Llego el momento de la despedida, y Aliatar se vio rodeado de una guardia de honor.
Con que efusion estrecho entonces las manos de D. Pedro y del Conde de Cabra! 110
--Me han vencido Vds., y, aunque estoy libre, me han maniatado.