se pasean los das de alta frente

entre casas sin luna.

El agua y la costumbre y el lodo blanco

que la estrella despide, y en especial

el aire que las campas han golpeado con furia



gastan las cosas, tocan

las ruedas, se detienen

en las cigarreras,

y crece el pelo rojo con las cornisas

como un largo lamento, mientras a lo profundo

caen llaves, relojes,

flores asimiladas al olvido.

Dnde est la violeta recien parida? Dnde

la corbata y el virginal cefiro rojo?

Sobre las poblaciones

una lengua de polvo podrido se adelanta

rompiendo anillos, royendo pintura,

haciendo aullar sin voz las sillas negras,

cubriendo los florones del cemento, los baluartes

de metal destrozado,

el jardn y la lana, las ampliaciones de fotografas ardientes

heridas por la lluvia, la sed de las alcobas, y los grandes

carteles de los cines en donde luchan

la pantera y el trueno,

las lanzas del geranio, los almacenes llenos de miel perdida,

la tos, los trajes de tejido brillante,

todo se cubre de un sabor mortal

a retroceso y humedad y herida.

Tal vez las conversaciones anudadas, el roce de los cuerpos,

la virtud de las fatigadas senoras que anidan en el humo,

los tomates asesinados implacablemente,

el paso de los caballos de un triste regimiento,

la luz, la presin de muchos dedos sin nombre

gastan la fibra plana de la cal,

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